Los primeros ungulados aparecen en Asia en la época del Paleoceno superior, dentro de la Era Cenozoica o Terciaria. El caballo pertenece a la orden del perisodáctilos, es decir, los ungulados provistos de un número impar de dedos. Uno de estos dedos es predominante y asegura el principal apoyo del animal.
Los primeros équidos que existieron poseían cuatro dedos en cada extremidad de sus miembros anteriores y tan sólo tres extremidades en los posteriores. Como resultado de la evolución, para una adaptación progresiva a la carrera, el número de dedos que descansan en el suelo, a lo largo de las edades, fue reduciéndose a tres, posteriormente a dos, hasta la aparición del casco único, característica del caballo actual.
Durante mucho tiempo se ha creído que el antepasado más lejano del caballo era el "Hyracotherium leporinum", aparecido durante el Eoceno, (hace aproximadamente 54 millones de años) Pero, estudios recientes han emplazado a los caballos entre los Paleotheres.
No es hasta casi el final del Plioceno, hace menos de dos millones de años, que la forma actual del caballo se estabiliza con el Pliohippus.
Descubiertos en Estados Unidos, los fósiles atestiguan, por primera vez, la presencia de un dedo único, superado por miembros más alargados que los de sus predecesores.
La historia de los caballos está íntimamente ligada a los cambios climáticos. Después de una evolución larga en el transcurso del Eoceno, cuando el supercontinente se separó, los caballos emigraron hacia Eurasia en el curso de Oligoceno. Ya de tamaño grande, comenzaron a parecerse a los caballos actuales.
El Anchitheriinae fue el primer ejemplar que aparece en Europa. Su pie había conservado tres dedos del pie. Su cuello era más largo que el de los caballos actuales. La especie evolucionó (principalmente en América del Norte) y se hizo más grande y más adaptada a la carrera.
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